Nada llega jamás a su fin. Allí, donde uno hunde las raíces que emanan de lo mejor y más verdadero de uno mismo, se encuentra siempre un trozo diminuto de lo que quizá pudo haber sido, y de lo que no fue. Volver, en todo caso, no es invitar a repasar nuestros fracasos (extraño te, necesito te). Pero no puedo caminar lo que viví con ella sin sentir amargura al pensar que otros pies disfrutan de su memoria ahora.
Creo que fácilmente exageramos las diferencias que nos separan. El recalcarlas sólo sirve para no olvidarla.
Me dijo "adiós" y se fue caminando, sin mirar para atrás ni una sola vez. Yo sí miraba, todo el tiempo, por si acaso. Se me hacía tan extraño verla caminar entre toda la gente; y nadie le prestaba atención. Sólo yo sabía quién era y qué era lo que había pasado entre nosotras.
Si hubiera podido hubiese corrido tras ella. Pero mi boca no podía hablar; mis pies se negaban a caminar en esa dirección.