Es necesario decir adiós. Mañana volvés a partir hacia tu corazón de origen. En una ciudad, roja y gris, vas a tener un cuarto sin color, de paredes de plata, con ventanas abiertas directamente hacia las nubes. Habrá que buscar en pleno cielo la sombra de tu rostro, el ademán de tus dedos.
La nave que yo te soñé tiene ventanas para ver el mundo como un chupetín que gira al revés. Yo sé que no te hacía reír volar sin saber donde ir y sé que cuando aterricé estabas soñando con ser tan solo una mujer y despertar toda estrellada. No quiero saber que todavía seguís ahí. No quiero saber que existís y que podés vivir sin mí.