
Él sonrió. Ella le retribuyó con una sonrisa: no tenía nada que perder. Él la saludó con la mano; ella decidió fingir que estaba mirando otra cosa, al fin y al cabo el muchacho estaba queriendo ir demasiado lejos. Desconcertado, él continuó su camino, olvidando para siempre aquel rostro en la ventana.













