Entramos en nuestras mutuas vidas demasiado pronto y demasiado tarde. Yo buscaba protección, la seguridad total. Una gran necesidad de pertenecer. Ella buscaba a la madre. Brazos que se abrían para acogerlo, cálidos y sin complicaciones. Quizás nuestro amor nació de la soledad que ambas habíamos sentido anteriormente.
El sueño de ella era la mujer que había sido creada de una sola pieza. Pero yo me desmoronaba y me deshacía en pedacitos si ella no tenía cuidado.