No hay un motivo. Meramente es redimirse a vibrar con una copa demás. Uno es capaz de frustrase, o quizás pueda hallar un poco de paz en tales actos inquisitorios de proposiciones austeras y rebeldes. Es tan simple como ese efecto orgásmico al sacarnos los zapatos después de una noche trop sauvage. Es una decisión, un placer, y casi siempre cobra una víctima. Sos vos, sos vos, tu cuerpo, tus ansias, tus alas. Tu alrededor acaba de matar tus prodigios y revela tu inmadurez. No fuiste capaz de guardarle la última bala a alguien que a propósito y por mérito propio sea digno de ella. No hay un impacto provisorio, no hay nada premeditado. Un vuelco, una satisfacción. Un abismo. Detesto sublimemente que llegues tarde a dormir. Y tengo en cuenta que jamás vas a oír mis reclamos.